Atisbos de cansancio golpean mi cuerpo,
cuando el día se apaga y el mundo se para,
quedo atrapada en mi confortable cama.
El silencio de la noche me perturba…
desvelada,
trato de conciliar el sueño,
abrazada a la almohada.
¡Mi mente no calla!
Repaso, uno a uno los minutos de la noche pasada,
¿En qué momento me perdí?
¿Quizás hui?
¿Tal vez, desistí?.
Me odio a mí misma por no saber enfrentar mis fantasmas,
quiero rectificar, y quiero hacerlo ya…
¡No puedo esperar!
En está sonora madrugada,
con el sin sabor de tu ausencia,
en mi cabeza, comienzan a repicar las campanas;
Allá, a lo lejos, bajo la luz compartida de la luna,
siento tu transparente y dulce mirada,
te escucho, tragando palabras,
claras, concisas y atrasadas.
Desabrigada por tu presencia inesperada,
la singular sensación invade toda la habitación,
coincidiendo en la misma vibración.
Comprendo entonces,
que no me perdí, no hui y mucho menos desistí…
solo me rendí, pero ante ti.
¡Seguimos aquí!
Iluminada por las luces de la aurora,
en mis labios brota una serena sonrisa,
y por fin, el sueño tranquiliza mi prisa.
Insomnio