Cuando el miedo te paraliza,
cuando el hastío te embarga,
cuando el dolor te desgarra,
cuando la lluvia te empapa…
De repente…
¡Aparece el verano!
En el verano de mi vida,
soplaron otras brisas,
acompañadas de sonrisas,
nunca antes vistas.
Construí castillos en la arena de mi playa,
derribé murallas.
El mar de mi verano me sumergió,
en lo más profundo del corazón,
ahogó, todo el sin sabor,
transformó todo a color.
Rescató la bravura de mis aguas,
e hizo renacer a mi verdadero y único yo.
Navegó, desplegando de su palo mayor,
la gran vela del amor,
El verano de mi vida no pidió cuentas,
simplemente llenó de calor,
aquel prolongado invierno.
Calentó, con la más sutil caricia,
el rígido y frío hielo de mi piel.
El verano de mi vida apareció,
todo valoró,
todo colocó,
todo resolvió.
Tras otoños insalvables,
crudos y duros inviernos,
siempre florecen primaveras,
que caminan con el transcurrir de los días,
a los fabulosos veranos de la vida.
¡En el verano de mi vida,
siempre…
olerá a verano!
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