EL SEXO Y PENÉLOPE

Penélope, se levantó una mañana con la extraña necesidad de contarle a alguien lo que había soñado. —y digo que es extraña porque ella normalmente no solía recordar lo que soñaba—. Quizás unos pequeños detalles que enseguida se perdían en su memoria.

Solo en contadas ocasiones Penélope tenía sueños muy lúcidos, casi clarividentes, y las veces en las que eso sucedía, algo mágico pasaba después.

Aquella noche, desde el momento que se fue a dormir, ya tuvo la sensación de que sería una gran noche para descansar, en la que repondría fuerzas para el durísimo día que la esperaba.

Mientras el sueño trataba de invadir su vigilia, ella daba vueltas a todos los proyectos que invadían su cabeza sin poder parar de pensar en ellos. En ese momento ya se dio cuenta que algo había cambiado con respecto a los días anteriores, por fin parecía que estaba encontrando el camino, la clave.

Sin poder parar de sonreír, finalmente a Penélope la abrazo la almohada y cayó en un sueño profundo. Dormía plácidamente, cuándo de repente, aún de madrugada, se despertó, y su mente comenzó a bombardear imágenes, palabras, canciones… —había de todo—.

Ella no paraba de preguntarse —¿Qué estaba pasando?— decidió apuntarlo todo en un cuaderno. Sabía que lo más probable es que al día siguiente toda esa información del sueño no fuese más que recuerdo difuso en su cerebro.

Todo lo que había soñado estaba relacionado con su vida, y mucha de esa información parecía darle la clave a sus preguntas sin resolver, e iniciar un camino hacía no sabía muy bien dónde… —pensó, —tampoco hay que saberlo todo—, —sonrió.

Lo que más agitada la tenía era la gran cantidad de información sexual y de sexo que había reportado aquel sueño. Un sexo maravilloso compartido con una persona maravillosa…

—Entre otras cosas estaba agitada, porque se había despertado como una moto—, —sabéis a que me refiero—. Según iba escribiendo todo lo que recordaba en su cuaderno, se dio cuenta… «la clave» ¡estaba ahí! al mismo tiempo iba diluyéndose la necesidad de contárselo a nadie, sería su secreto —pensó—.

Al ordenar las ideas en su cabeza todo parecía cobrar sentido. El proyecto recién comenzado debía dirigirse hacía allí. Parecía que le estaba indicando el camino, las respuestas.

Penélope, sin dudarlo, esa misma mañana se puso manos a la obra…

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