—¡YA ESTÁ AQUÍ SAN VALENTÍN!

— ¿Por qué se celebra San Valentín?
— Pues porque va a ser—.
—Porque estás ENAMORADO, ¿Noooo?
—¿Y por qué hay un día para celebrar que estás enamorado?
—¡Y yo que sé! —Yo cuando estoy enamorada, lo estoy, y lo celebro todos los días y a todas horas. —Vamoooos, lo que viene siendo to’ el rato—.
—¡No entiendo porque tiene que reducirse a un día!
—¿Quién sería este tal Valentín? —La qué ha liado—.
Al parecer, la historia se remonta a la Antigua Roma, y cómo no, tiene su origen en una fiesta pagana…
Los Romanos celebraban una fiesta llamada Lupercalia, se supone, que era un ritual para purificarse, conseguir la fertilidad y la fecundidad.
—Vamos que se aburrían y algo tenían que hacer —no tenían Internet—.

Después del ritual, la fiesta terminaba en orgía y gente corriendo desnuda por ahí.
Los lupercales, en su afán de celebración, convertían las calles en un carnaval de bailes, risas, festival del sexo y diversión…

—Andarían venerando a Cupido—. —Qué sé yo—. (Pa’ no venerarlo).

—Por cierto, me acabo de enterar que Cupido era hijo de Venus y Marte y que no solo le otorgaron el poder de lanzar flechas del amor—.
Resulta, que al bueno de Cupido, tuvieron que esconderlo en el bosque nada más nacer, porque Júpiter, su padre, se lo quería cargar.
Júpiter pensaba que iba a hacer mucho daño a la humanidad —mal encaminado no iba el bueno de Júpiter—.
—Le dijo a Venus—. —Tú verás o te deshaces de él o yo mismo lo haré.
Venus —-la muy pilla—, lo llevo al bosque para que Júpiter se olvidase de él.
El pequeño Cupido creció cual animalillo salvaje, y cuando era algo mayor, como no tenía Play Station, ni móvil, ni tablet ni naaaa’… se construyó un arco de madera de fresno y flechas de ciprés para ir practicando su poder.

Un día, llego su mami, —La dulce Venus—, y le regaló un arco con flechas de oro.
Las flechas tenían dos puntas diferentes, unas tenían punta de oro —las que otorgaban el amor— y las otras eran de plomo —para el olvido de los corazones—.
Venus, —qué no sé yo en que estaría pensando—, se lo regaló a Cupido —que no era nada más que un chiquillo—, para que el muchacho fuese disparando flechas por ahí a los corazones sin sentido ni control…
En fin… —Venus no lo pensó—. Ella estaba con Marte, Vulcano, Virgilio —a sus cosas—, y no lo pensó.

—Al final hay que darle la razón a Júpiter, que al parecer, ya sabía de qué iba el tema—.
La Lupercalia, continúo celebrándose en Roma durante siglos, —ya bien entrado el cristianismo—, por esa época apareció en escena «un Papá», concretamente, el Papá Gelasio I y decidió prohibir la fiesta de la Lupercalia y convertirla al cristianismo.
—¡Pero bueno… qué era eso de tanta lujuria y obscenidad!
—Naaa’… qué a Gelasio no le parecía bien, y dijo:
—Vamos a convertir a la Lupercalia en una fiesta de purificación cristiana con procesión y todoooo.
—A los lupercales se les va mogollón la cabeza, —-además yo no puedo participar—, así que cristianizo la fiesta y punto.
Pero claro, Gelasio necesitaba un Santo para reconvertir la fiesta.

Allá por el siglo IV (siglo arriba, siglo abajo) Valentín, un joven médico que trabajaba en Roma en la época del emperador Claudio II, decidió convertirse a sacerdote, —le molaba más que ser médico—. Se hizo muy popular entre los romanos, todos le saludaban por la calle y querían pintarse cuadros con él.

Valentín, no paraba de firmar hábitos y sotanas con su nombre. Apenas podía caminar por la calle, tuvo que contratar un representante y una empresa para gestionar el merchandising.
Todos querían que oficiase su boda, le decían:
—¿Qué pasa Valentín, cómo te va en tu nueva faceta como sacerdote?
—A ver si buscas un hueco para casarme… que el jodío Cupido me ha disparado una flecha de oro y me he enamorado.

Y así pasaba los días de Valentín, entre oficios, matrimonios y firmas de hábitos en los mejores tenderetes comerciales de la ciudad.
Un buen día Claudio II decidió prohibir los matrimonios entre los jóvenes, porque creía que si estaban solteros, serían mejores soldados.
Esto a Valentín no le pareció nada bien, así que siguió celebrando matrimonios en secreto sin que Claudio se enterase.

SECRETOS INCONFESABLES QUE EN REALIDAD TE GUSTARÍA CONFESAR
Cuando Claudio se enteró lo detuvo y lo encerró.
Valentín, hizo algún que otro milagro mientras estuvo preso, pero a Claudio le daba igual. Finalmente se convirtió en un mártir, que murió ejecutado un 14 de febrero.
Antes de morir, se enamoró de la hija de su carcelero —Julia—, a la milagrosamente había devuelto la vista.
—Aquí aparece de nuevo el Papá Gelasio—. El Papá, atento siempre a las noticias de la ciudad, se entero que Valentín había continuado casando parejas de enamorados, a pesar de la prohibición de Claudio. Ademas, se comentaba que había hecho varios milagros, entre ellos devolver la vista a Julia de la cual se había enamorado y pensó…
—¡Jodeeeer… ya tengo Santo para la conversión al cristianismo de la Lupercalia!—.
—Este Valentin es perfecto… ha muerto en febrero, justo cuando se celebra la Lupercalia, hizo milagros y se enamoro de la hija de su carcelero, no se hable más… ¡Lo haré Santo!
Por su valentía y lucha por los enamorados que se querían casar, el 14 de Febrero se celebrara su día, EL DÍA DE LOS ENAMORADOS!!!—
Así que el Papá Gelasio hizo Santo a Valentín.
El 14 de febrero del año 494 fue el primer día oficial de San Valentín, día de los Enamorados.

A lo largo de la historia ha habido algún que otro «San Valentín» que se ha ido fusionando con este primer Valentín hasta nuestros días, donde tenemos nuestro particular 14 de febrero con cenas a la luz de las velas, hoteles a precios desorbitados, cajas de bombones y rosas por doquier.

—Una estadística, se estima que en todo el mundo se gastan unos 13.000 millones de dólares en regalos de San Valentín, se calcula que se conciben 11.000 mil niños en todo el mundo en este día. —A folletear se ha dicho, claro que sí—.

¿Y el resto del año?

En EEUU, —que son muy de estadísticas—, se estima que cada estadounidense se va a gastar $142,31 en regalos de San Valentín, una cifra algo superior a la del año pasado $133,91.
—¿En serio? ¿Y los otros 364 días del año?—.
—Yo soy más de celebrar todo el año… en cualquier momento… —¡Ya lo sé, soy muy rarita!
—Aunque si me regalan una cena con velitas, un maravillosa noche de hotel y rosas para empapelar el salón, —tampoco voy a decir que no—.
—¡Qué tontaaaa no soy!

—Y me pregunto de nuevo—. —¿Por qué celebramos San Valentín? ¿Día de los enamorados?
Para mí estar enamorado es, sin duda, el mejor estado del ser humano, no importa si te corresponden o no…
—Bueno sí, ¡Si que importa!

La realidad es, que el que está enamorado, es el que mejor lo pasa.
Se siente feliz, le brillan los ojos, la piel, todo el día tiene una sonrisa en la cara, el cerebro segrega todas las drogas que puede segregar para hacerte sentir bien y estar contento, feniletilamina, dopamina, serotonina, noradrenalina, oxitócina… todas ellas relacionadas con el bienestar, el optimismo, el buen humor, los vínculos, los abrazos y EL AMOR.
Total, que estar enamorado es lo más y mola mucho…

Yo he descubierto que es el estado ideal, nunca se está mejor que cuando se está enamorado, yo estoy ENAMORADA ¿Y Tú?
Pues si no lo estás, ya estás tardando, ENAMóRATE, de lo que sea o de quién sea pero ENAMóRATE.
Comenzarán a activarse los mecanismos de recompensa y serás mucho más feliz.
¡FELIZ SAN VALENTÍN!
¡FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS!
¡FELIZ MES DEL AMOR!
¡FELIZ VIDA ENAMORADA!

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