🔥Capítulo I

♥ La noche solo acaba de empezar ♥

Una pareja en un abrazo íntimo y sensual, ilustrando el primero de los relatos de pasión de la serie Revelando los Sentidos.

El viento huele a cambio.
A ese tipo de cambio que no avisa, pero que llega con una certeza silenciosa.
Como si el universo, aburrido de la rutina, hubiera decidido mover una pieza del tablero mientras tú mirabas hacia otro lado.

Es otoño.
Las hojas caen con elegancia de despedida y promesa de volver.
El aire sopla con ese dulzor húmedo que solo tiene lo inevitable.
Camina contigo, se cuela entre tu pelo y, en cada ráfaga, te susurra algo que no logras descifrar, pero que reconoces.
Esa sensación que eriza la piel justo antes de que algo —o alguien— suceda.

Y entonces lo sientes.
Antes de verlo.
Esa vibración en el pecho.
Ese sexto sentido que no se equivoca y te dice: está cerca.

Te giras.
Y ahí está.
De pie.
Mirándote como si el tiempo hubiera pasado despacio, como si se hubiese detenido justo para esperar la llegada de este momento.
Sin una sola palabra. Solo esa sonrisa que desarma cualquier atisbo de defensa que creías tener.

—¿Qué puedes hacer ante esa sonrisa y esa mirada?—

Nada.
Solo rendirte.
Dejar que la noche, con su calma eléctrica, haga el resto.

La lluvia empieza a caer, como si el cielo se hubiera puesto de acuerdo con la historia.
Primero tímida.
Después valiente.
Las gotas se mezclan con las risas de la gente, pero tú solo escuchas un sonido: su respiración, a un palmo de la tuya.

Te abraza.
Y todo vuelve a tener sentido.
Ese olor en su cuello.
El calor de su cuerpo.
El mundo en pausa.
El pulso que se dispara sin pedir permiso.

—¿Cómo estás?—
—Bien… aunque ahora muchísimo mejor.—

Y en esa frase pequeña cabe todo: la espera, la nostalgia y la certeza de que, a veces, lo que creías perdido solo estaba escondido entre las esquinas del destino.

Camináis sin rumbo.
Las calles brillan mojadas, reflejando farolas como si fueran estrellas caídas.
Vuestras risas se mezclan con el rumor de la ciudad, y aunque hay gente, coches y ruido, parece que solo existís vosotros.
Dos almas que se reencuentran en medio de un temporal que se niega a terminar.

Una cafetería os rescata de la lluvia.
Luces cálidas, vaho en los cristales, las manos que se buscan sin pensarlo y ese silencio que solo existe cuando las miradas lo dicen todo.
Pedís dos cervezas.
Las risas fluyen.
La camarera sonríe, cómplice, como si entendiera perfectamente lo que pasa entre vosotros.

Tenéis hambre.
Pero no de comida.
De piel.
De tiempo.
De eso que no se dice, pero se siente igual.

El resto del mundo se apaga.
Solo queda esa energía invisible que lo envuelve todo cuando el cuerpo recuerda a quién pertenece.

Pagáis.
La lluvia sigue cayendo.
Os miráis y, al unísono, decís:
—Da igual.—

Y esa pequeña frase se convierte en una declaración de entrega.

La calle brilla.
La ropa se os pega al cuerpo.
Reís como dos adolescentes que acaban de escapar de lo correcto.
Sus dedos entrelazados con los tuyos te guían.

—¿Quieres que vayamos a mi casa?—
La pregunta flota, pero la respuesta ya estaba escrita en tu mirada desde hace varias vidas.

Subís.
El ascensor es ahora un pequeño refugio suspendido en el aire, un universo alborotado de respiraciones contenidas.
Cuando las puertas se cierran, el tiempo también lo hace.
El deseo estalla sin pedir permiso.

La puerta se abre. Entráis en casa.
El suelo se cubre de ropa mojada, de risas, de esa libertad que solo llega cuando dejas de pensar.

Una ducha. El agua caliente cae.
El vapor dibuja en la pared lo que las palabras callan.
Él te acaricia como si te conociera desde siempre.
Tú cierras los ojos y, en ese instante, el mundo desaparece.

No hay prisa.
Solo piel, latido, reconocimiento.
No es pasión: es reencuentro.
No es deseo: es memoria del alma.

Y mientras el agua resbala sobre vosotros, lo entiendes todo:
la vida os volvió a cruzar porque aún quedan capítulos por escribir.


🌙 Revelación:

❤️ Hay noches que no se viven.
Se recuerdan desde antes de suceder.
Y cuando llegan, solo puedes rendirte y dejarte llevar.

Porque sí…
la noche solo acaba de empezar.

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📌 Hay cuerpos que se cruzan una vez… y se reconocen para siempre.
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